miércoles, 10 de noviembre de 2010

Creencias Religiosas En Roma



Para los romanos, la religión era, ante todo, el temor a lo sobrenatural. En Roma, la religión tenía dos vertientes: una pública, el culto estatal, y otra privada, el culto a los lares familiares. Como en Grecia, la religión no era un asunto de religiosidad personal; más bien tenía un carácter contractual: se honraba a los dioses a cambio de su protección. En principio, carecían de imágenes, templos y doctrinas, aunque se instituyeron ritos para atraer el favor de los dioses. El panteón romano se creó influido por el griego y el etrusco. Los dioses son casi los mismos, aunque cambien de nombre. El culto a los muertos llevó a deificar a los reyes, y más tarde a los emperadores.

Para comprender la religión romana es importante entender que para ellos no implicaba la asunción de una filosofía, una moral y un programa de vida , sino la participación en los ritos. El hombre religiosos era el que participaba en el rito (no el creyente), de esta manera se explica que en Roma se asentasen todas las religiones del Imperio, ya que no modificaban las creencias individuales, sino que permitían participar en sus celebraciones.
Esto también explica que los emperadores se convirtiesen en dioses, es decir, instituían ritos en su honor. Salvando las distancias podemos entender esto si nos fijamos en nuestra sociedad actual, y vemos cómo se importan constumbres ajenas, como por ejemplo la celebración del año nuevo chino, o Halloween en un país como España, o la celebración de la Navidad con símbolos cada vez menos apegados a las tradiciones locales.

Los romanos adoraba un gran número de dioses. Los más venerados eran Júpiter, Minerva y Juno. En su honor construían templos y ofrecían sacrificios de animales.

El emperador era adorado como un dios y en todo el Imperio se practicaba el culto imperial.

Los romanos también veneraban, en casa, a los dioses protectores del hogar y de la familia: en cada casa había un altar dedicado a estos dioses.

Además, los romanos eran muy supersticiosos y, antes de tomar una decisión, consultaban la voluntad de los dioses, expresada por medio de los oráculos.
 Las fiestas religiosas

El calendario religioso romano reflejaba la hospitalidad de Roma ante los cultos y divinidades de los territorios conquistados. Originalmente eran pocas las festividades religiosas estrictamente romanas.

Algunas de las más antiguas sobrevivieron hasta finales de el imperio pagano, preservando la memoria de la fertilidad y los ritos propiciatorios de un primitivo pueblo agrícola.

A pesar de ello, se introdujeron nuevas fiestas que señalaron la asimilación de los nuevos dioses.
Llegaron a incorporarse tantas fiestas que los días festivos eran más numerosos que los laborables.

Entre las fiestas religiosas romanas más importantes figuraban las Saturnales, las Lupercales, las Equiria y los Juegos Seculares.


Fiestas saturnales: Bajo el Imperio, las saturnales se celebraban durante siete días, del 17 al 23 de diciembre, durante el periodo en el que empieza el solsticio de invierno. Toda la actividad económica dejaba de funcionar, los esclavos recuperaban momentáneamente su libertad, había intercambio de regalos y se respiraba por todas partes un ambiente de alegría.

Fiestas lupercales: Era una antigua fiesta en la que originariamente se honraba a Luperco, un dios pastoral de los itálicos. La fiesta se celebraba el 15 de febrero en la cueva de Lupercal en el monte Palatino, donde se suponía que una loba había amamantado a los legendarios fundadores de Roma, los gemelos Rómulo y Remo.

Fiestas equiria: Festival en honor de Marte, se celebraba el 27 de febrero y el 14 de marzo, tradicionalmente la época del año en la que se preparaban nuevas campañas militares.
En el Campo de Marte se hacían carreras de caballos, elemento que definía la celebración.

Fiestas de los juegos seculares: Durante estos Juegos se realizaban tanto espectáculos atléticos como sacrificios. La tradición decía que se tenían que celebrar una vez cada saeculum (siglo), para señalar el comienzo de uno nuevo, pero en realidad se hacían más.

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